La pasada legislatura tuvo en las reformas estatutarias uno de sus puntos álgidos. La presente comenzará intentando resolver la espinosa cuestión de la financiación autonómica. Y no pensemos que se trata de un debate ajeno a nuestras necesidades cotidianas, ya que cuando se habla de recursos económicos, todos nos jugamos la educación y sanidad, las infraestructuras, o la calidad de las prestaciones sociales que vamos a recibir.
El debate ya es una realidad, tras la aprobación de los nuevos Estatutos de Autonomía, algunas comunidades con Cataluña a la cabeza están presentando propuestas insolidarias e injustas. Los resultados son alarmantes, muy especialmente para las comunidades empobrecidas del interior, como Aragón, Castilla-La Mancha, Extremadura o nuestra Castilla-León. Las propuestas de Montilla y sus socios son inadmisibles para quienes desean un modelo federal, igualitario y solidario para el conjunto de España, ya que profundizan en el carácter asimétrico del Estado de las Autonomías; así, el modelo es discriminador e insolidario, no garantiza la suficiencia financiera que necesita la prestación de los servicios educativos, sociales, sanitarios y de la dotación de infraestructuras que necesitan todos los ciudadanos con independencia de su lugar de residencia.
La embestida del gobierno de Cataluña, pretende que el nuevo modelo de financiación garantice por un lado que recibirán siempre al menos el 18% de las inversiones del Estado, y por otro lado que el gasto social se realice exclusivamente por población, sin tener en cuenta factores como la dispersión población, la superficie territorial, el envejecimiento o la despoblación, que encarecen enormemente la prestación de los servicios públicos. Y eso que, en el modelo actual, la dispersión pesa un 1,2% y la superficie el 4,2% solamente.
Algunos números son clarificadores. A Castilla y León se le asignaron 2.189 millones de euros en inversiones para infraestructuras en los Presupuestos Generales del Estado para 2008 (menos del 9% del total territorializado; de la parte de libre disposición por el Gobierno Central no nos suele tocar prácticamente nada); con el modelo “catalán”, que prima el porcentaje de participación en el PIB, nuestra Comunidad perdería un 36% de estas inversiones, mientras que con el modelo “andaluz” que apuesta por la población, Castilla y León vería recortadas sus inversiones estatales en un 34%. Es indignante que nuestros responsables públicos autonómicos, conocedores de estos hechos, hayan sido incapaces de articular un frente común con comunidades más beligerantes de la España Interior, como Aragón. El modelo financiero aragonés, que tienen en cuenta variables como territorio, despoblación, envejecimiento, dispersión, orografía, espacios naturales y patrimonio, aplicado a Castilla-León supondría unas inversiones equivalentes a 4.000 millones de euros ¡el doble de lo que se nos asigna actualmente!.
Son malos tiempos para la lírica en Castilla y León; sufriremos nuevos recortes en los fondos agrarios, las ayudas europeas desaparecerán, la financiación autonómica disminuirá drásticamente nuestros recursos, hemos rehusado reclamar nuestra Deuda Histórica, aceptamos pasivamente el agravio diferencial y la competencia desleal de los regímenes forales de País Vasco y Navarra, se han dotado de forma insuficiente las transferencias educativas y sanitarias. ¿Alguien cree todavía que no nos hace falta un partido castellanista fuerte en esta tierra?.
1 comentario:
Coincido plenamente con el contenido del artículo sobre la financiación autonómica.También comparto su conclusión de un partido castellanista fuerte, que esté libre de las ataduras de los partidos estatales y que responda, de forma exclusiva, ante los ciudadanos de nuestra región. No obstante, el meollo de la cuestión es el concepto de Castilla que maneja el Sr. Marcos y su partido: un territorio inmenso que incluye desde el Mar Cantábrico hasta los confines de la región murciana, incluyendo la mayor parte de los territorios que, hasta hace tres siglos, conformaban la llamada Corona de Castilla; la cual, por otra parte, tanto desde el punto de vista jurídico como fáctico, lo mismo podría haberse denominado Corona de León o Corona de Galicia; esa Castilla de Tierra Comunera está formada por diecisiete provincias, más de la tercera parte del total de las españolas. Un partido que apuesta por ese ámbito territorial es casi un partido estatal, para este viaje no hacían falta alforjas. ¿Cree el Sr. Marcos, que una región castellana, como la que propone Tierra Comunera, tiene cabida por su funcionalidad y contenido simbólico en la España de las Autonomías o en la Europa de las Regiones?; creo que no. ¿Cuál es la finalidad de los procesos de regionalización en los que están inmersos la mayoría de los países europeos?: la creación de ámbitos de decisión más reducidos que el estado-nación actual, con una cercanía, no sólo física sino también emocional, a la ciudadanía; con capacidad para dar una respuesta rápida a los problemas y con las cuales el pueblo se sienta identificado. Creo que esa Castilla no cumple estos requisitos, ni tampoco los cumple ese engendro, en el que estamos integrados los burgaleses, que se llama Castilla y León. Llevamos veinticinco años de autonomía y no se ha avanzado nada; a los habitantes de las nueve provincias, la administración autonómica les resulta tan ajena como la estatal. Tal vez estemos aún a tiempo de corregir tamaño despropósito, de reconstruir una región a la medida de los habitantes de Burgos y otras provincias vecinas, de recrear la hoy desaparecida región histórica de Castilla, también llamada durante siglos Castilla La Vieja para diferenciarla de otros territorios que, por razones políticas o de prestigio, adoptaron el término, caso de Toledo-La Mancha (Castilla La Nueva) o Andalucía (Castilla Novísima). Cuando Tierra Comunera se convierta en un auténtico partido castellanista, habrá dado un paso de gigante para convertirse en ese partido regionalista fuerte que el Sr. Marcos demanda.
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