Recientemente saltaba a los medios de comunicación, la noticia del acuerdo firmado entre la Junta de Castilla y León y la Comunidad de Madrid para impulsar la actividad logística entre ambas autonomías castellanas, con consecuencias positivas para el potencial exportador de ambos territorios. Son numerosos, aunque poco conocidos, los frecuentes convenios establecidos entre las comunidades autónomas de Castilla y León, Castilla-La Mancha y Madrid, orientados a mejorar la gestión en temas relacionados con el Medio Ambiente, la proyección económica, las infraestructuras del transporte, o las actividades educativas, sanitarias, culturales o investigadoras.
Y es que la relación social y económica entre las tres comunidades castellanas del centro peninsular, lejos de haberse enfriado por la división autonómica, se hace cada vez más dinámica, potente e imparable. Y es que Madrid, con su potente economía y demografía, auténtico hinterland de la meseta, se desborda hacia sus dos vecinas castellanas, que lejos de ver esta circunstancia como una invasión, lo perciben como una auténtica bendición. Los datos son incontestables: provincias otrora regresivas demográficamente, como Guadalajara Toledo o Segovia, multiplican por cuatro, tres y dos respectivamente el ritmo estatal de crecimiento, por el establecimiento de nuevos pobladores procedentes de la capital; el tránsito de personas en todas ¡sí, en todas! las provincias de Castilla-León y Castilla-La Mancha, tiene como principal destino Madrid; madrileñas son las principales inversiones industriales y empresariales en estas dos comunidades castellanas, y por supuesto madrileños son mayoritariamente los turistas que nos visitan o quienes aquí construyen sus segundas residencias.
Pero Madrid también percibe los efectos beneficiosos de tener como vecinas a las comunidades de Castilla-León y Castilla-La Mancha, no solo por haber sido burgaleses al mando de Alfonso VI quienes la reconquistaron en el siglo XI junto a Toledo, sino como pulmón ecológico, espacio de expansión económico y lugar de procedencia de la mayor parte del agua, energía y materia primas que consume, vínculo cultural e histórico, y obviamente también por el hecho de albergar entre sus seis millones de habitantes a más de un millón de personas nacidas en ambos territorios castellanos, o porque las universidades madrileñas, siguen siendo las preferidas por los estudiantes de ambas castillas que marchan fuera de casa para realizar sus carreras.
Madrid, que durante tanto tiempo ejerció el involuntario papel de agujero negro que vació el interior peninsular, es hoy sin embargo la mejor oportunidad de salvación social y económica de Castilla-León y Castilla-La Mancha. Las sinergias de estos tres territorios son indudables, y pese a la miopía de sus serviles representantes políticos, su tejido económico y social lo percibe con claridad y se aprovecha cada vez más de ello, a pesar de que el Consejo de las Comunidades Castellanas, creado hace casi ocho años por los presidentes de estos tres territorios castellanos sigue languideciendo.
Se acercan las elecciones, y gane Rajoy o Zapatero, los independentistas vascos o catalanes han afilado sus calculadoras para cobrar sobradamente en privilegios e inversiones sus calculados apoyos en el Parlamento. Nuevamente Castilla ¡y llevamos así quinientos años! seguirá pagando económicamente la españolidad de quienes alardean diariamente que no son españoles. El centralismo no está hoy para nosotros, ciudadanos de Castilla-León o Castilla-La Mancha, instalado en Madrid, sino en Bilbao o Barcelona. Y la esperanza de futuro, si nos queda alguna, no vendrá de Toledo o de Valladolid, vendrá de La Castellana.
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